A veces en la vida sentimos la necesidad de hacernos invisibles. De entrar en esos lugares donde se nos imposibilita, de abrazar a alguien a quien no esta permitido, de dormir al lado de un amor escondido, de disfrutar de las cosas que la vergüenza no nos permite, de hablar o influenciar a alguien sin que perciba que estamos ahí.
Ayer enfrascada en una discusión etérea y absurda sobre un tema circular y sin salida como la política puse sobre la mesa esa opción a algunos que hablan de “la sociedad” como si no fueran parte de ella. Que solo se quejan y no hacen nada para ver el cambio que tan escandalosamente piden.
Asombroso es ver las grandes ideas que surjen solamente con lavarnos la cara de una pócima transparente y yo me pregunto… es vergüenza? Es apatía? Es comodidad? Es cultural?
Por que el accionar según lo que entendemos correcto nos cuesta tanto? Por que no encaminar nuestras quejas a acciones que generen un cambio aunque sea en nuestro entorno cercano.
Si hacemos de esto una determinación encontraremos que la mayoría de los problemas que nos aquejan somos capaces de solucionarlos sin depender de los gobiernos y en eso me viene a la memoria el libro “The Power of Half” (El Poder de la mitad) en el cual relata la historia de Hannah Salwen una niña de 14 años que logró convencer a sus padres de vender su casa de US$2 Millones para donar la mitad de ese dinero para la construcción de viviendas y eliminación del hambre en comunidades empobrecidas de Ghana.
Lo que Hanna hizo no es diferente a lo que podemos hacer cada uno de nosotros involucrándonos en la política, o en organización de presión civil o hacer algo que cambie la vida de quienes tenemos cerca o simplemente hacer bien lo que criticamos que otros no hacen bien.
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